En enero del año siguiente, Juan Pablo II viajó por primera vez a México. Mi familia difícilmente podría calificarse como católica, de modo que quienes piensen que lo que escribo lo hago movido por ser un ser irracional y cegado por una institución retardataria, están mucho, muy equivocados.
Más aún, mis profesores en la 189, como era la norma en esos años, eran en su gran mayoría furiosos y ridículos ateos. Lo cual no quiere decir que no les esté agradecido o que desestime todo el trabajo muy valioso que hacían por personas como yo. Es sólo que oírlos despotricar contra Juan Pablo II porque iba a viajar a México o porque estaba en México o porque había viajado a México, lejos de convencerme de alguna virtud de su ateísmo trasnochado tuvo el efecto opuesto.
Haber visto, como me tocó ver, a José López Portillo, con sus desplantes de emperador romano desvelado, ir a recibir a Juan Pablo II en el aeropuerto de la ciudad de México, fue--en cambio--una experiencia iluminadora. No sólo evidenciaba la vacuidad de la legislación vigente en México, sino detonó un proceso que es, en última instancia, lo que me tiene acá en Nueva York haciendo investigación sobre el papel de la Iglesia y la religión en general en los procesos de cambio político en América Latina.
El efecto combinado de la incapacidad de López Portillo para acallar a los masones rabiosos que formaban parte de su gabinete o para de plano enfrentarse a su madre, una devota católica, me descubrieron algunas de las paradojas más fundamentales de la identidad mexicana de la segunda mitad del siglo XX. No sólo eso, despertaron en mí una sed, entonces insaciable, por entender las razones profundas de las contradicciones que se desplegaban frente a mis ojos y los de millones de mexicanos que seguíamos por la televisión cada detalle de la visita de Lolek a México.
Thursday, April 07, 2005
The Pope in Mexico
Another fascinating post at México desde fuera: the blog's author describes his personal experience of the visits to Mexico of Pope John Paul II (the "Lolek" of the title), and the discoveries, both about Catholicism and about Mexico, to which they impelled him:
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